2. El automóvil llega a España
El primer automóvil fabricado en serie del que existe constancia en España, llegó a través de la frontera francesa y fue a parar a Gijón. En concreto era un Panhard & Levassor y corría el año 1891. Dos años antes, por las calles de Barcelona, circulaba y asombraba el triciclo del Sr. Bonet,
pero se trató de un vehículo único y que no tuvo continuidad. No sería hasta 1899 que comenzaría en España la fabricación de automóviles en serie de la mano de la marca La Cuadra, creada e impulsada por Emilio de la Cuadra Albiol, a través la empresa Compañía General Española de Coches Automóviles E. de la Cuadra, Sociedad en Comandita. Hasta ese año se calcula que habían atravesado la frontera francesa unos 30 automóviles, que en su mayoría fueron a parar a Barcelona o a Madrid, a manos de aristócratas o grandes empresarios.
Nos serviremos de un artículo publicado por la revista Los Deportes en junio de 1899 para conocer el panorama del automóvil en España en esos sus inicios:
“No cabe negar que, aunque á paso de tortuga, el automovilismo va dándose á conocer en este bendito país siempre en retraso.
El primer automóvil que vino á España fue probablemente uno que trajo, hace 4 años, Ricardo Campo, de Madrid. Era una máquina rara, feucha y antiestética, una especie de triciclo-carretilla pero con motor. Rafael Gasset vió el artefacto, le gustó, ó mejor le chocó, y quiso lanzarlo desde su poderosa palanca del ‘Imparcial’; pero no supo hacerlo; limitose a anunciarlo en la cuarta plana, por cierto con todas las palabras no españolas disparatadas.
Pero el automóvil de Campo, además de feo, andaba mal, no pasando de media docena de paseos que pudo dar por el Retiro y quedando arrinconado el auto-cachivache en un desván, donde desde aquella fecha está muerto de risa.
Vinieron después Giaretta y Rasson y dieron á conocer el Dion-Bouton aplicado al triciclo. Luis Bermejillo fué el primero de los madrileños smarts, que diríamos hoy, que lució su motociclo en la Castellana. En seguida aparecieron los coches automóviles de modelo cupé. No recuerdo si fué el
marqués de Mudela ó el de Navas el que trajo el primero. Siguieron luego M. Blay, y el Conde de Peñalver, el que fué alcalde de Madrid, y su hermano Ignacio, y el duque de Alba, y otros que en este momento no acuden á la pluma. La Reina regente adquirió también uno eléctrico, que nadie ha
visto andar fuera de los jardines de Palacio. Entre motocoches y motociclos contaranse hoy un par de docenas en todo Madrid. Y eso es todo. No se ha tardado en dar de bruces con el hecho brutal de que, mientras no se afirmen ó empiedren las calles como Dios manda y no se civilicen las
carreteras, no hay automovilismo posible. Las calles de Barcelona comparadas con las de Madrid son pistas impecables.
El movimiento automovilista se siente ya un poco por todas partes. El Reverte lo implanta en Sevilla; en el norte se establece un servicio público de Pamplona á dos ó tres villas vecinas; en Barcelona empiezan á circular, se establecen dos casas y se proyectan hermosas empresas.
Y la verdad es que no es posible deje de imponerse el hecho de haber llegado el motocoche á hacer 62 kil. por hora, como en el reciente record Becconais, y salvado los 594 kil. de Paris á Burdeos en 11 horas, y haber adelantado tres horas al tren en Paris-Roubaix.
Hay que hacer algo; y este algo es el automóvil Club de España, ó de Cataluña, sino.
La obra ofrece una dificultad mayúscula; porque el «Automóvil-club» de nuestro país, además de ser una asociación para el fomento del automovilismo, tiene que ser una fuerza eficaz y decidida para hacer que se civilicen las carreteras. Sin eso el «Automóvil-Club» nacería muerto.
A ello hemos de consagrar nuestra preferente atención en LOS DEPORTES y esperamos poder contar con el apoyo de cuantos se interesan por lo que es, no sólo el más moderno de los sports, sino la futura puntilla de los ya viejos ferrocarriles, de esos socialistas monstruos de velocidad que un día asombraron y que á fines del siglo 20 serán considerados como rancios conductores de carga, indignos de conducir viajeros que habrán ya celebrado el triunfo definitivo de la locomoción individualista
Los Deportes, junio de 1899