Alfonso León Fernando María Jaime Isidro Pascual Antonio de Borbón y Habsburgo-Lorena, hijo del rey Alfonso XII y su esposa María Cristina de Habsburgo-Lorena, nació en Madrid, el 17 de mayo de 1886. Asumió el trono de España el 17 de mayo de 1902, a los 16 años de edad, reinando bajo el nombre de Alfonso XIII hasta el 14 de abril de 1931, cuando la proclamación de la II República Española le decidió a exiliarse a Francia junto a su familia.
Su vida coincide casi cronológicamente con el nacimiento y evolución del automóvil, del que fue ferviente admirador y privilegiado usuario. Cumplidos los 18 años comenzaron a entrar en el Palacio Real los automóviles, y el joven Rey a utilizarlos, lo que llegó a dar pie a discusiones de estado acerca del riesgo que el monarca asumía y la necesidad de evitarlo.
Se supera el centenar de vehículos, entre los que adquirió directamente y condujo Alfonso XIII, y los que entraron para diversos usos de la Casa Real, desde el año 1904, en cuyo mes de octubre entra en Palacio el primer automóvil, un Gallia eléctrico proveniente de Francia, hasta el año 1930, año en el que Alfonso XIII adquiere el famoso Duesenberg, objeto de no pocas discusiones en lo que a su paradero se refiere.
Pero Alfonso XIII no sólo tuvo a su servicio automóviles extranjeros, aunque si fueron mayoría. Mostró siempre un gran interés por el mundo del automóvil en general, y por la industria española en particular. Elizalde, David, CEYC, Landa, España y por supuesto Hispano-Suiza, fueron vehículos españoles que entraron a formar parte de las cocheras reales. Los más numerosos fueron sin lugar a dudas los Hispano-Suiza, marca con la que el monarca tuvo siempre una especial relación, relación recíproca a todas luces.
El 17 de mayo de 1904, Alfonso XIII cumple los 18 años, y comienza su aventura con los automóviles. El primer automóvil que adquiere el Rey es un Gallia eléctrico, fabricado por la Société Française d’Automobiles Electriques (SFAE), con sede en París, y que fabricó vehículos eléctricos desde 1903 hasta el año 1908. Se trata de un automóvil con motor eléctrico bajo licencia Kruger de 6HP de potencia y carrocería landaulet, que encargado a mediados del año 1904, llegó a Palacio en octubre de ese mismo año.
El automóvil se pintó con los colores rojo y azul que distinguían a los carruajes de la Casa real. La prensa recogió la prueba del mismo a cargo de Su Majestad por la Casa de Campo, acompañado del Duque de Calabria y el príncipe Fernando de Baviera. Poco más uso parece que le dio el Rey a ese vehículo, quizás por el hecho de ser eléctrico y sus limitadas prestaciones, pero más probablemente por la rápida llegada de nuevos vehículos con motor de explosión y mayor potencia y prestaciones.
Muy poco después, a finales del mismo mes de octubre llega un nuevo automóvil a Palacio. Se trata de un Panhard & Levassor de dos cilindros y 10HP, carrocería tonneau de color gris con filetes rojos, que inmediatamente hace las delicias del Rey y destierra al Gallia. En aquella época la conducción de un automóvil era complicada, por lo que desde Francia llegan dos ‘chauffeurs’ profesionales para enseñar y ayudar a Su Majestad en el manejo de sus nuevos automóviles.
En diciembre un nuevo automóvil llega Palacio. Se trata de un Panhard&Levassor de cuatro cilindros y 24HP. Parece que el joven Rey necesitaba de emociones más fuertes. Este nuevo automóvil lo estrena con un viaje al Pardo, acompañado del General D’Harcourt, su ayudante de campo, y el Conde de San Román. Pocos días después se aventurará a viajar con el Panhard hasta Aranjuez. Toda una aventura.
El aumento del parque móvil, al tiempo que de la potencia de los automóviles comenzó una abierta discusión a propósito del peligro que podía suponer para el Rey el uso del automóvil, especialmente teniendo en cuenta que era él mismo quien conducía lo conducía. Así podemos repasar un artículo titulado “El automóvil del Rey”, aparecido el 15 de diciembre de 1904 en el diario la Correspondencia de España:
Más ó menos de soslayo, en la Prensa y en el Parlamento se ha hablado de la inconveniencia de que el automóvil en el que pasea S. M. el Rey y hace excursiones á los alrededores de Madrid alcance en su marcha velocidades peligrosas. En ello se revela más sentido e interés monárquico que conocimiento de la verdad de las cosas, según los informes autorizados.
Su Majestad el Rey no ha desarrollado jamás en la marcha de su automóvil velocidad superior a los 25 kilómetros por hora.
Cuando en el camino encuentra algún carro u obstáculo cualquiera, modera mucho la marcha, y hasta detiene el automóvil cuando advierte que se espanta el ganado de cualquier vehículo que halla á su paso.
Bueno es desear la prudencia para evitar riesgos y accidentes; pero no es caso de privar al Rey de un género de sport ya tan generalmente admitido. Así hablan los que conocen al detalle cómo va S. M. en automóvil
La publicación Unión Militar, con un evidente carácter monárquico, también hacía su reflexión particular:
El automovilismo, ejercido en las altas regiones con una vehemencia propia de los pocos años, comienza á dar sus naturales frutos.
No parece sino que nuestro artículo de entrada del martes 13 del corriente era el primer aviso. En él dijimos cuanto habíamos de decir con el respeto debido, pero con la ruda franqueza que corresponde á un periódico militar en el que su director, redactores, colaboradores y lectores sienten el amor á la Patria, á las instituciones y á la milicia, al prestigio, á la prosperidad y al bienestar de las cuales dedican todas sus energías.
Una máquina lanzada á gran velocidad es un constante peligro, á que no debe exponerse quien no se debe a sí mismo.
El menor choque, el más pequeño desperfecto de su complicado mecanismo, por sólido y perfecto que sea, determina un cambio rápido de velocidad, encargándose la inercia de producir los más funestos accidentes, accidentes á que sólo puede poner coto la prudencia, dictada por altos deberes.
Por bastantes lutos ha pasado este desgraciado país, para que se le exponga á prolongarlos quien no puede ni debe, por razón del altísimo cargo que desempeña.
Y conste que si en otros empeños relacionados con la integridad de la Patria ó el honor de las armas españolas viéramos a S. M. el Rey el primero en exponer su vida, lanzándose al combate sobre brioso corcel y acudiendo a los sitios de mayor peligro, no seriamos nosotros quienes ejercieran la crítica ni pidiesen que resguardase su real cuerpo del peligro de las balas y de las bayonetas enemigas, siempre que especiales circunstancias exigieran esta acción de presencia.La muerte en el campo de batalla enaltece y honra; la muerte por un accidente buscado con indisculpable tenacidad, es causa de indiferencia que ni aun merece los honores del sentimiento
Al mismo tiempo que se anunció en la prensa la compra del Panhard de 24HP, se habla de la compra de un Anglada, también de 24HP, vendido a través del concesionario Autogarage Términus, de Barcelona. Poco más tarde, el propio Autogarage confirma la venta y añaden a su publicidad la leyenda Proveedores de la Real Casa.
Sin embargo, más allá de estas notas de prensa, no hay constancia del Anglada en palacio. A finales de 1905, en un reportaje sobre los automóviles que se encuentran en las cocheras, aparecen el Gallia, los dos Panhard, el de 10 y el de 24Hp y un Renault de 14HP. ¿Fue una maniobra publicitaria de Autogarage Términus? ¿No llegó a concretarse el pedido desde la Casa Real por algún motivo?
Los automóviles ‘circulan’ a gran velocidad por Palacio Real. En mayo de 1905 se anuncia la compra de dos nuevos ejemplares: un nuevo Panhard de 36HP y un nuevo eléctrico construido en París por orden del Rey para regalárselo a su madre. Se habla en la noticia de un landó de 14HP, forrado de piel color tabaco, siendo de paño la parte de la capota. Asimismo el automóvil tendrá alumbrado interior y exterior y timbre y teléfono para comunicar con el chauffeur. Por posteriores noticias, sabemos que el automóvil que llegó a Palacio, y fue denominado ‘de la Reina’, fue un Renault 14HP.
En junio de este año 1905, el Rey tendría su primer accidente de automóvil, aunque de carácter leve. El día 12, Alfonso XIII había ido de visita a Pamplona desde San Sebastián, donde se encontraba en su residencia de verano de Miramar. Viajaba en compañía del duque de Alba, el marqués de Viana y el conde de San Román. A la vuelta, circulando por la carretera de Irún, a la altura de Almadoz, el vehículo que conducía el Rey chocó con un burro que se encontraba en medio de la carretera. A consecuencia del choque, el animal murió, al tiempo que el vehículo real sufrió algunos desperfectos en su frontal, sin que ninguno de sus ocupantes resultase herido. He aquí la crónica de los acontecimientos:
El automóvil chocó en la carretera con un pollino, causándole la muerte. El choque produjo grandes deaperfectos al vehículo. El rey preguntó al dueño del burro cuánto valía. El arriero le contestó que le había costado doce duros. D. Alfonso la entregó cien pesetas y cortó la oreja del animal. En el sitio donde ocurrió el accidente había también otros aldeanos, que prorrumpieron en aclamaciones al rey. Este les entregó otras cien pesetas. Mucho trabajo y mucho tiempo costó arreglar los grandes desperfectos que había sufrido el automóvil. El rey estuvo ayudando al mecánico en estas operaciones. El viaje hasta San Sebastián tuvo que hacerlo después el automóvil con mucha lentitud, ante el temor de que, por el estado del vehículo, se produjera un nuevo accidente. Por eso llegó el rey al palacio de Miramar cerca de la media noche.
El Liberal, martes 13 de junio de 1905
En noviembre de este año, el Rey viaja a Paris, y allí visita la fábrica de Panhard-Levassor. Pudo probar, en el camino de Saint Germain, cerca de Versalles, un nuevo modelo Panhard, un 50HP. Como curiosidad de la prueba, contaba la prensa que el Rey comentó a uno de sus acompañantes:
No sé si hay Policía, pero no importa que la haya. Me he provisto del título necesario para dirigir automóviles en Francia, a fin de que no me impongan una multa. Tengo, pues, mis papeles en regla.
Y sí que había policía, lógicamente para custodiar a una autoridad como el Rey de España. El problema es que la policía se movía en bicicleta. A todas luces era imposible seguir al automóvil del Rey, gran aficionado a la velocidad. Por suerte, el Prefecto de la Policía de París, M. Lepine, había previsto tal posibilidad, y había destinado un automóvil con 4 policías de paisano para la misión, siendo los únicos capaces de no perder de vista al Rey. Un Panhard modelo 50HP sería encargado por su Majestad y llegaría a Madrid en 1906.
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