El pionero
Aunque no se trate de una marca, el hecho de representar el primer vehículo con motor de explosión construido en España, obliga a hablar del mismo. Francesc Bonet Dalmau nació en Valls (Tarragona) en 1840. Perteneciente a la burguesía catalana, ingeniero industrial, empresario del sector textil, apasionado de la ópera, y sobre todo hombre inquieto y de mundo. La fábrica textil que dirigía en la calle Diputación de Barcelona fue la primera en toda España en utilizar máquinas tricotosas. Además, hizo construir en el centro de la fábrica un pabellón donde probaba nuevas voces, futuras divas de la ópera, al tiempo que enseñaba canto a los niños del barrio. Y no le fue tan mal, pues consiguió lanzar a la fama a las sopranos María Barrientos y Josefina Huguet.
Una persona con éste historial era normal que viajase a París en 1889 con motivo de la Exposición Universal que tuvo lugar en la capital gala del 5 de mayo al 31 de octubre de ese año. Fue allí donde tuvo su primer contacto con aquellos vehículos que se movían sin caballos y que eran totalmente desconocidos en España. En el stand de Panhard & Levassor, pudo observar los motores Daimler, decidiéndose a comprar uno para construirse su propio automóvil, al tiempo que encargó otros dos, en total dos motores de un cilindro y uno y dos caballos respectivamente, y uno de dos cilindros y dos caballos, referenciados por Panhard como números 10, 11 y 13. Además llegó a establecer una buena amistad con Panhard, siendo posteriormente representante en España de la firma de automóviles gala. No perdió el tiempo Francesc Bonet, pues el 12 de diciembre, apenas dos meses más tarde de su visita a París, solicitó una patente de invención para «vehículos de varias ruedas movidos por motores de explosión”. En el pliego de solicitud, Bonet exponía las siguientes razones para su invento:
Es preciso aplicar a los vehículos destinados al transporte de escaso número de personas un medio que venga a reemplazar a los animales de tiro, esto es: obtener carruajes dirigidos por el mismo paseante. Este medio es el de los motores de explosión, de petróleo, bencina u otro liquido análogo. Este género de motores tiene, desde luego, las siguientes condiciones esenciales para la resolución del problema:
Primero.- Que son de pequeño volumen con respecto a la fuerza que producen.
Segundo.- No es necesario hogar para la producción del vapor y no molestan con el vapor que producen.
Tercero.- Se ponen fácilmente en marcha, siendo sencilla su conducción mientras funcionan.
Cuarto.- La renovación del líquido productor de fuerza se efectúa rápidamente y de manera tan sencilla que permite su empleo por tanto como se desee.
Dadas estas condiciones, que son las verdaderamente necesarias para que pueda ser un motor dirigida por una persona no perita, el infrascrito, Francisco Bonet Dalmau, ha procurado, de una manera completa, la aplicación de los motores de explosión a los vehículos.
Francesc Bonet Dalmau
Con el número de registro 10.313 la patente le fue concedida el día 15 de enero de 1890. En los planos iniciales que Francesc Bonet presentó, el automóvil a construir tenía 4 ruedas y transmisión por cadena y diferencial, pero en realidad lo que finalmente construyó fue un triciclo, con dos ruedas delante y una atrás, que era la motriz; se cree que esto pudo deberse a la imposibilidad por parte de Bonet de construir o conseguir que alguien le construyera un diferencial, y en consecuencia, a los posibles problemas técnicos a la hora de llevar la tracción a un eje con dos ruedas. En su construcción, que realizó, como no, en los locales de la empresa textil que regentaba, le ayudó un mecánico. El triciclo resultaba realmente rudimentario como vehículo, careciendo incluso de sistema de dirección como tal, y estaba equipado con uno de los motores Daimler que adquirió a Panhard, en concreto con el monocilíndrico de 2 CV referenciado como número 11 por la casa francesa, que accionaba la rueda trasera motriz a través de una correa. En la primavera del año 1890 se pudo ver circular el triciclo por las calles de Barcelona, causando el asombro y espanto de los viandantes; su escasa potencia le impedía superar la suave pendiente del Paseo de Gracia, más allá de Gran Vía o de la calle Diputación, con suerte. Bonet fue desde entonces conocido popularmente como «el hombre del coche sin caballos«.
En la única foto que se conserva del vehículo se puede ver a Francesc Bonet acompañado por Bartomeu Huguet, padre de la soprano Josefina Huguet, Eusebi Bertrand Serra, industrial, político y gran aficionado, como Bonet, a la música y al automóvil y el mecánico que ayudó a Bonet en su construcción, Josep Pascual.
El 15 de abril de ese año, el diario La Vanguardia, bajo el título Veloz Bonet, publicaba un artículo donde explicaba cómo habían asistido a una prueba de funcionamiento del triciclo, hecha por el propio Bonet:
Ayer tuvimos el gusto da ver funcionar este nuevo carruage de movimiento automático, salido de los talleres que en la calle de la Diputación tiene establecidos el conocido industrial barcelonés don Francisco Bonet.
Desde mucho tiempo venía ocupando á los mecánicos el problema da la locomoción de carruages sin el auxilio de la fuerza animal, y ya en Francia, Inglaterra y Alemania se habían practicado varios ensayos utilizando el vapor como fuerza motriz, ensayos que nunca traspasaron los limites de tales, unos por su falta de resultado práctico y todos ellos por los inconvenientes que en sí lleva el empleo del vapor ya que es sabido que aparte del constante peligro que ofrece, tarda mucho tiempo la calefacción del aparato hasta hallarse en estado de funcionar, resulta molesto para los que ocupan el vehículo i causa de la gran cantidad da calórico que despiden siempre las calderas y no presenta ninguna ventaja económica.
Todos estos inconvenientes, á fuerza de estudios y cuantiosos dispendios ha logrado vencerlos el señor Bonet con el aparato de su invención, ya que el motor se alimenta solamente con gas que por sí mismo elabora, bastando una insignificante cantidad de petróleo (medio litro aproximadamente para un motor de un caballo) para el consumo de una hora.
El carruaje que vimos funcionar ayer, es de tres ruedas, colocados dos en la testera y otra en la parte posterior, capaz para tres personas, de aspecto ligero y elegante, iba movido por un motor de la fuerza de un caballo, vencía sin dificultad todas las curvas y una pendiente de seis á ocho centímetros. Su velocidad máxima es la de doce kilómetros por hora, pudiendo merced á un sencillo é ingenioso aparato, detenerse aunque sea instantáneamente. Un manubrio y un pedal bastan para la dirección y movimiento del vehículo.
El aparato no necesita preparación alguna previa para funcionar pudiendo utilizarse en el acto que se necesite y una vez en movimiento, no hay necesidad de detener su marcha por motivo alguno.
Por medio de sencillísimas combinaciones pueda aplicarse el propio motor para dar movimiento á una bomba hidráulica para la extinción de incendios ó bien para producir por medio de una dinamo, ocho lámparas eléctricas de diez y seis bujías.
El señor Bonet nos manifestó que aún trataba de introducir nuevas reformas en su carruaje, que sin duda está llamado á producir una revolución en los medios de locomoción que hoy día están en uso.
Dicho señor tiene patente de invención por veinte años.
La Vanguardia, martes 15 de abril de 1890
Efectivamente, parece que Bonet tenía intención de ir más allá con su triciclo, pues el 23 de abril de 1894, con el número 15647, le es concedida la patente para la «Construcción de vehículos automotores por la aplicación de la energía mecánica desarrollada por explosiones de aire carburado con mezcla de aire natural en motores a propósito constituyendo un procedimiento industrial». Es decir, Bonet tenía en mente la fabricación de automóviles. Esta patente tenía una duración de 5 años, pero tal y como consta, jamás llegó a utilizarse.
Probablemente los problemas económicos a los que se enfrentó en los últimos años de su vida, le impidieron avanzar en ese camino. La fabrica textil, sus viajes, la promoción de artistas operísticos y prestamos que realizaba al Liceu, le abocaron a la ruina. A su muerte, el Liceu le debía la nada despreciable cantidad de 300.000 pesetas. Francesc Bonet falleció en Barcelona, el 26 de junio de 1989. Tras su muerte, la familia vendió a un chatarrero todo lo que había acumulado en la fábrica, incluido el triciclo, que fue valorado en 225 pesetas.
Aquí se pierde la pista el primer automóvil español, hasta que a principios de los años 90, con motivo de la celebración del primer centenario del automóvil, la Dirección General de Tráfico, se pone en contacto con el reputado coleccionista Salvador Claret, para encargarle una réplica del triciclo de Bonet.
A partir de aquí, Claret investiga, analiza documentación y especialmente con unos planos que se habían publicado en 1937 en la revista Radio Barcelona, y que ya correspondían realmente al triciclo construido, realiza dos réplicas. En la actualidad las dos réplicas se encuentran el el Museo de la Automoción de Salamanca y en la Colección de Automóviles Salvador Claret de Sils.
Las fotografías que acompañan este artículo han sido obtenidas en el Museo de la Automoción de Salamanca en la Colección Claret y en la Llotja de Sils del año 2004 donde fue expuesto el triciclo.
Más información:
- El Diario.es. Completo artículo sobre Francesc Bonet y la construcción de us triciclo